lunes, noviembre 20, 2006

La teoría del profesor van Heerde


Immanuel van Heerde nace en Alkmaar en 1969, pequeño pueblo situado entre las ciudades de Amsterdam y Den Helder. Pasó toda su infancia en este peculiar pueblo, paseando en barca por los canales y acudiendo puntualmente al mercado del queso que, cada viernes de verano, hacía las delicias de lugareños y foráneos. Así creció jugando con amigos y sintiendo texturas de distintos quesos en su agradecido paladar. Immanuel fue siempre buen estudiante, desde temprana edad quería ser ingeniero civil, “para arreglar el problema del drenaje en su pueblo”, como le gustaba a él decir. Se Había quedado marcado por las terribles inundaciones de las que le hablaban sus padres, tíos y abuelos.

Pero cuando llegó la hora de la verdad, eligió lo que le dictaba el corazón y no el entorno, de éste modo, anunció a su familia que se iría a estudiar a la Vrije Universiteit Amsterdam, en la facultad de psicología para así ayudar a la gente con sus problemas reales, olvidándose del agua y de las obras que siempre imaginó desde niño. A los seis meses de comenzar sus estudios universitarios, conoció a Evelien, su novia. Los dos estudiaron juntos, Immanuel psicología y Evelien Ciencias económicas. Al terminar los estudios Evelien se puso a trabajar e Immanuel comenzó su carrera en la universidad impartiendo clases de la asignatura psychopatology de quinto curso. Un día ambos fueron juntos a una cena de antiguos alumnos que se prolongaría hasta altas horas de la madrugada, llevaban un tiempo distanciados, cada uno inmerso en su propio grupo de amigos del entorno laboral. Al terminar la noche y tras casi no haber mediado palabra, Evelien se acercó a Immanuel y le dijo que ya no quería estar más con él. Sin inmutarse la miró y le preguntó por el motivo. Ella dijo que no era ninguno y que eran todos, desde su origen rural hasta su falta de ambición, en resumen que ya no era suficiente para ella, que buscaba algo mejor. Immanuel le acompañó a coger un taxi con lágrimas en los ojos y más de cinco copas encima, vio a Evelien disiparse al volver la esquina para siempre. Ese día al volver a casa el joven psicólogo se desplomó en el suelo y lloró hasta verse inmerso en una serie de convulsiones que convergían en el espanto. Pasó las peores tres semanas de su vida, hasta que decidió dejarse la universidad y pidió el traslado a la Universidad de Valencia, año 1995.

Pronto Immanuel encontró su sitio en la capital del Turia, y entró como profesor asociado en la facultad de psicología, ésta vez impartiendo las asignaturas de Psicopatología de los procesos y psicología anormal I y II. En su nueva andadura como profesor encontró el refugio suficiente para poder por lo menos no caer en episodios de profunda tristeza. Pasó años publicando, enseñando y creciendo como miembro dentro de la horizontal estructura universitaria. Tras ocho años en la UV, conoció a Susana, una joven estudiante de la facultad que le hizo volver a sentir lo que algunos se empeñan llamar amor y pocos se atreven a definirlo con certeza y honradez. Ella siempre iba a su clase de cuarto curso, atendiendo con especial interés a todos sus movimientos, embriagada por cada palabra, que emanaba del interior de Immanuel como música celestial. Corría el año 2003 y frente a viento y marea se fueron a vivir juntos, con el rechazo notable de la familia de Susana y la desaprobación del cuerpo académico de la universidad. Todo marchó bien hasta que dos años más tarde Susana desapareció, tan sólo le dio una breve explicación telefónica que se podía resumir en unas ganas voraces de vivir su propia vida. Immanuel se consumió durante un mes en su casa, sólo, con la leve excusa de una baja por depresión. No comía, ni dormía sin la ayuda de pastillas cada vez de mayor gramaje, ni siquiera sentía.
El 12 de febrero de 2005 cogió una libreta, un portaminas, diez cajas de minas de repuesto, dos mil euros, su documentación y se trasladó a Nuenartín, un pueblo del interior de la Comunidad Valenciana. Se refugió en una cabaña que tan sólo disponía de una cama, una mesa, una silla y humedad. Fugazmente iba a la tienda del pueblo a comprar la comida imprescindible para subsistir, y empezó a escribir su teoría. Como los grandes, loco de pena y desazón cogió su lápiz y escribió. Aquí les resumo lo que me contó de su teoría cuando lo conocí en el bar los cuatro vientos de la ciudad de Valencia.

“Una mujer al menos una vez en su vida tiene que hacerle daño a alguien al que ha amado, normalmente se trata de su primer amor verdadero. Esto responde al proceso natural de crecimiento de las mismas. Primero se enamoran, inseguras, después se sienten fuertes y henchidas por el amor y el cariño que han recibido, para más tarde echar a volar con su alimentado ego, dejando atrás al que fue tan sólo un paso en su camino. Por lo tanto es de sabios estar con una mujer ya experimentada, seguro ésta ya ha hecho su daño y no serás tu quien la haga crecer, creceréis juntos. También te digo buen amigo que hay excepciones que refuerzan mi teoría…”

Pasó largo rato hablándome de su teoría, yo escuché atentamente y me marché.

Hoy Immanuel deambula por la ciudad de Valencia, siendo rechazado por toda la comunidad científica por su teoría, que consideran misógina. Es la historia de un niño holandés que un día quiso ayudar, el amor no le dejó.

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4 Comments:

Blogger El chicharrero terrible said...

¡¡Bravísimo!!. Me ha encantado el relato. SOn estos relatos los que refuerzan mi teoría, sobre la irrelevancia de la realidad en la literatura, pues todo se basa en el lector. Si la historia es creíble, el relato cobra vida. Este lo es.

P.D.: Feliz entrada en 2ª.

1:16 a. m.  
Blogger Eulalia said...

Se me ha borrado el elaboradíiiiiiiiiisimo comentario que te había puesto.
Que es una teoría incompleta, y peligrosa, por cuanto surge de la sola experiencia de su autor.
Que es posible que cierto tipo de mujeres acabe por hartarse de ser tratada como una menor mental.
Que es posible que cierto tipo de hombres no soporte a una igual cerca: eso explicaría los casos de abandono por parte de él.
Que, de todos modos, me gusta esa frialdad narrativa para hablar del amor.
Un beso.

11:02 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

eulalia dijo..."Que es posible que cierto tipo de mujeres acabe por hartarse de ser tratada como una menor mental."

Jajajajaja, increible frase...

12:24 p. m.  
Blogger BAR said...

Y su teoría es completamente cierta...yo al menos soy uno de esos casos...

Lo cierto es que creo que también hay gente a la que Dios decidió no darle suerte en el amor...lo curioso es que deberían tener una nota al nacer que dijera algo así..

"Favor de no buscar el amor, de lo contrario sufrirán por du propia voluntad"...

Sería una gran ayuda a aquellos que por más que buscan, sólo encuentran decepciones, al menos así lo tendrían en cuanta...

Un beso

9:13 p. m.  

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